Todo este tiempo he pensado que a día a día voy recaudando la valentía o fuerza para enfrentar los retos esperados e inesperados que se presentan con el caminar.
Desde que yo recuerdo, he sido una persona en contacto con mi lado espiritual. Siempre consciente de mi condición humana; y sobre todo, sobre mi origen. Es decir, mi creador.
Mi corazón esta agradecido por lo que se me ha permitido aprender. Por pequeños triunfos que se me han concedido. Por la oportunidad de poder cambiar mi perspectiva, poniéndola en efecto, alterando mi futuro a través de la implementación, la práctica y el enfrentamiento en el Aquí y Ahora.
Yo creo fielmente en el Dios Hebreo. Es mi realidad, tengo la convicción y una vez mas, estoy agradecido. Cada batalla que me veo involucrado acudo a Eloheinú para que supla la energía, las herramientas o “armas” que necesito para poder tomar la acción hacia un resultado favorable, un triunfo, tan significativo como diminuto, y tan temporal. Algo mio. Un avance que me da esperanza hacia el mejoramiento de mi calidad de persona. Algo tangible que le pueda llamar progreso.
El nombre de Adonai es realmente fuerte.
Pero yo soy débil. Soy vulnerable e indefenso. Expuesto a que me coman vivo, a que me puedan lastimar de una manera que distorsione el núcleo de la auto-imagen de lo que creo que soy; con todo y mis vivencias, aprendizajes, “conocimiento” y experiencias.
Esas “armas” que recibo son clave para mi. A veces se transmite en forma de coraje, a veces en humildad, tristeza, alegría o compasión. Siempre me propongo a estar con los pies en la tierra, sin hacer nada mas de lo que se requiere. Cuando trato de aprovecharme de tal herramienta, supliendo algún deseo propio o capricho (si lo queremos llamar así), las cosas salen mal. Y el resultado se entorna de manera negativa, sin fruto. Tengo que estar en contacto con mi consciencia para no perder el objetivo de la batalla y lo que me corresponde hacer al momento. Nada mas, nada menos.
Tomando en cuenta el bien común, para todos. Siempre.
Esos sentimientos, fases, etapas, patrones de conducta, siluetas, piedras o como le queramos poner, siempre se han fusionado con la misma palabra: Vehemencia. Eso es lo que pido. Fuerza, el poder de superar mis miedos y vencer a mis enemigos.
Pero ¿Que creen? Para mi sorpresa, es hasta el día de hoy, ya siendo de madrugada donde reflexiono sobre las cosas que a veces recibo son las que necesito y no las que pido. Y aun así, vivo para contar la historia, un día mas. Cada despertar es un comienzo nuevo, y debo contar mis triunfos. Debo utilizar esa “fuerza”, o mejor dicho, esa locura para poder brincar el charco, y seguir avanzando. Sin mirar atrás.
Al fin de cuentas, es solo un pinche juego de palabras. ¿No?